domingo, 18 de septiembre de 2016

Elektra Asesina



Guión Frank Miller
Dibujo Bill Sienkiewicz
Edición Original Elektra Assassin 1-8 USA (Marvel Comics 1986-1987)
Edición España Panini Cómics (2012)
Formato Tomo Cartoné de 272 páginas
Precio 25,00€



El año 1986 fue uno de los más importantes de la historia reciente del mundo del cómic. Pasado el ecuador de la década se editaron dos obras clave para entender la evolución posterior que experimentaría el medio gracias a la incursión de estos dos trabajos que supusieron un antes y un después en el cómic en general y el centrado en superhéroes en particular. A nadie engañamos si decimos que esas dos piezas indispensables son Watchmen, de Alan Moore y Dave Gibbons y El Regreso del Caballero Oscuro de Frank Miller, ambas nacidas en el seno de la editorial DC. Pero el autor de Sin City o 300 no terminaría aquel año sin volver a dar un fuerte puñetazo en la mesa de lo que por aquel entonces entendíamos como arte secuencial aunque esta vez dentro de las entrañas de Marvel. Miller volvió a la Casa de las Ideas para recuperar a Elektra, la asesina ninja amante de Daredevil que él mismo había creado para su clásica etapa con el Hombre Sin Miedo, esta vez dentro del sello Epic y fuera de la continuidad de la Tierra 616. Para encarar este proyecto que constaría de ocho entregas el autor de Holy Terror formó tándem con otro renovador de los preceptos del noveno arte, un Bill Sienkewicz que encontraría en esta miniserie un terreno fértil para llevar al extremo sus peculiares dotes artísticas. El resultado fue Elektra Asesina, no sólo un clásico de aquella década perpetrado por dos talentosos narradores en su mejor momento, sino también uno de los cómics más ácidos, atípicos y rupturistas que la editorial de Stan Lee publicó en los 80.


Desde el punto de vista argumental Elektra Asesina no deja de ser otra aventura de la kuniochi más famosa de Marvel en la que se embarca en otro caso de espionaje, asesinatos remunerados, magnicidios y venganzas. La novedad radica por un lado en la manera tan particular que tiene Frank Miller de narrar la serie y por otro por la vorágine de experimentación visual que se marca un Bill Sienkiewicz totalmente desatado a los lápices. Este afán por experimentar con el medio e incluso por retar al lector toma forma ya desde el primer número, que supone una declaración de principios por parte de guionista y dibujante en la que la confusión, el exceso visual y lo atípico se dan la mano para que la obra “busque a su público”. Esta primera entrega repleta de recuerdos y pensamientos de la protagonista aparentemente inconexos deja claro que con Elektra Asesina no vamos a leer un cómic más, sino que vamos a enfrentarnos a un trabajo rompedor, estructuralmente complejo y con un contexto, tono y mensaje que darán pie a una gran cantidad de interpretaciones de la serie a nivel global sobre todo si tenemos en cuenta que nos encontramos ante un cómic con una fuerte carga política que los dos autores tratan de acentuar sin que la misma solape en ningún momento la historia que están desarrollando, pero que convierte su labor en una visión bastante peculiar de lo que era la política de Estados Unidos durante la segunda mitad de la década de los 80 y que más tarde pasaremos a comentar.



Aunque la historia es narrada desde el punto de vista de varios personajes podemos afirmar que el protagonista de la serie no es la misma Elektra, sino el personaje de John Garret, un agente de SHIELD que perderá lócamente la cabeza por la ninja de origen griego. Miller aborda su trabajo recurriendo lo mínimo posible al uso de bocadillos y dejando que los cuadros de pensamiento se conviertan en el vehículo que haga desarrollarse el relato, de este modo el espectador consigue empatizar de manera más orgánica con unos personajes tan deplorables como cargados de carisma. El guionista de Hard Boiled comenzará con Elektra Asesina a asentar algunas de las señas de identidad de su discurso autoral e incluso incluirá en ella ideas y conceptos que ya había utilizado en trabajos previos a este como la fascinación por la cultura nipona y el cyberpunk que pudimos escrutar en su ya mencionada etapa en Dardevil o Ronin para DC. La ambigüedad política, la violencia explícita, la influencia de la literatura noir, una visión masculina y con ciertos apunte misóginos sobre las “mujeres fatales” y sus “poderes de manpulación” o la deshumanización del uso de las altas tecnologías son algunos de los temas indivisibles del discurso de Frank Miller y que años después pudimos ver en Sin City, la saga Martha Washington o sus guiones para Robocop. Por otro lado los diálogos son tan crípticos y en apariencia aleatorios como elaborados y expositivos sin caer en la reiteración, mostrándose a años luz de los que Miller suele escribir para sus últimas obras que hace tiempo que no están a la altura de su talento.



Frank Miller conseguía por medio de su narrativa que un punto de partida mil veces visto se mostrara de cara al lector como algo nuevo y atípico, pero si Elektra Asesina es recordada como una obra original y que rompió moldes en aquel 1986 es sin lugar a dudas por la labor de un Bill Sienkiewicz superlativo en el apartado gráfico. El autor de Caballero Luna mezcla todo tipo de estilos, recursos y tonalidades recurriendo a caricaturas, fotorealismo, collages, dando a los ocho números que componen la serie un tono onírico y mecanizado, que mezcla el misticismo del género fantástico con la teconología deshumanizada de la ciencia ficción. Figuras espigadas, laboratorios sórdidos en contraposición a postales paradisiacas de sudamérica, violencia estilizada hasta la hipérbole o espías de cuerpos deformes con mandíbulas prietas se dan la mano para que Sienkiewicz se permita jugar con sus increíbles dotes como storyteller alternando splash pages epatantes con páginas repletas de pequeñas viñetas que complementan los textos de Miller. Un trabajo tan dado a la genialidad como al exceso, inspirado y agotador, ecléctico y en ocasiones chirriante, el apartado artístico de Elektra Asesina es una muestra lacerante, cruda e inspiradora de hasta donde puede llegar el mundo de la ilustración si los editores son permisivos y cuya influencia se dejó notar en obras posteriores como Kid Eternity y Arkham Asylum, ambas ideadas por Grant Morrison, en el trazo de Duncan Fegredo y Dave McKeon respectivamente.





Juntar a dos autores de ideologías opuestas pueda dar como resultado un producto como Elektra Asesina en la que un guionista de derechas como Miller y un dibujante de izquierdas como Sienkiewicz lleguen a un consenso para no dejar títere con cabeza. El cómic que nos ocupa tiene un trasfondo de sátira política muy corrosiva ya que aborda unas elecciones presidenciales en las que el candidato republicano (el presidente electo, un émulo de Ronald Reagan amalgamado con Richard Nixon) se muestra como un fascista violento, amante de los métodos expeditivos en cuanto a política internacional y cuya desequilibrada mente puede dar pie a un holocausto nuclear inminente y el demócrata (Ken Wind, heredero espiritual de JFK) como un hombre sonriente que tras su fachada de candidato moderno y concienciado esconde a una bestia que en poco se diferencia de su rival político, ambos ilustrados por Sienkiewicz con sendas caras impertérritas pegadas a sus cuerpos a modo de “recortable” de “quita y pon”. Este contexto en el que no hay una diferencia notable entre conservadores y progresistas y en el que la herencia de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética (presente también en El Regreso del Caballero Oscuro y Watchmen) puede dar inicio a la Tercera Guerra Mundial sirve como campo de tiro para que los dos autores de Elektra Asesina realicen un retrato sórdido no sólo de lo que era la realidad de 1986 o su probable porvenir, sino también de un universo Marvel oscuro y reaccionario en el que se nos ofrece una visión de SHIELD totalmente opuesta a la impoluta a la que la Casa de las Ideas nos tenía acostumbrados hasta ese momento, mostrándola como una organización oscura, deshumanizada e insensible al dolor humano con laboratorios poblados por científicos deformes, agentes robotizados, enanos con pinta de verdugos medievales y un Nick Furia con aires de John Wayne militarizado.



Recopilada por Panini Cómics en un sólo tomo en tapa dura con las portadas originales y alternativas y unos interesantes prólogo y epílogo a manos de Santiago García Elektra Assasin mantiene hoy día, treinta años después de la publicación de su primer número, intactos muchos de los hallazgos narrativos y resoluciones estilísticas que la convirtieron en una de las piezas más innovadoras y políticamente incorrectas gestadas en las oficinas de Marvel en los años 80. Como es lógico por su naturaleza atípica e inusual no es plato del gusto de todo tipo de lectores ya que tanto su guión sobresaturado de información como su dibujo entregado a la experimentación y el “totum revolutum” estético pueden saturar a más de un despistado que espere encontrarse un producto más clásico o procedimental en la labor que despliegan sin filtros ni cortapisas unos todavía por entonces veinteañeros Frank Miller y Bill Sienkiewicz que querían comerse el mundo y cambiando el concepto de cómic comercial americano en una década repleta de grandes obras dentro del noveno arte que dejaron una estela indeleble que retomarían otros autores y trabajos (unas veces con más acierto que otras) posteriores para gozo de una nueva generación de fans que fueron testigos de primera mano de hasta donde podía llegar el arte secuencial cuando la libertad artística estaba por encima de los ingresos de unas editoriales hoy cada vez más acomodaticias y endogámicas envueltas en una espiral de retoricismo agotador y lugares comunes mil veces recorridos.





1 comentario:

  1. Reseña publicada originalmente en la web Zona Negativa

    http://www.zonanegativa.com/elektra-asesina/

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